Caminan por la ciudad como una manada de los lobos de los cuentos. Mirada acerada, los dientes chirriantes y las manos (zarpas) flotando a sus costados, como si fueran ajenas al cuerpo que avanza por seguridad por las aceras desiertas. No son más de cuatro o cinco, pero parece cien. Doscientos. Mil.
Los adoquines respetan silenciosos su pesado andar. Botas tachonadas de clavos y chupas de cuero. Aspecto agresivo. La noche es el manto perfecto para ocultarles. Es el momento perfecto en el que pueden quitarse las caretas.
Una bachata resuena a través de las ventanas entreabiertas de un local. Ellos se mira y respiran hondo. Aspiran, mejor dicho.
Ya huelen el miedo.
Impasibilidad y relativismo
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Cuando la impasibilidad y el relativismo alcanza a todas las capas de la
sociedad y la política, ocurren cosas como la de ayer. Sucede, no sólo que
miles d...
Hace 11 años
1 comentario:
¿Te he contado que me encanta que vuelvas a escribir? Precioso, como siempre.
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