miércoles, 3 de febrero de 2010

De caza

Caminan por la ciudad como una manada de los lobos de los cuentos. Mirada acerada, los dientes chirriantes y las manos (zarpas) flotando a sus costados, como si fueran ajenas al cuerpo que avanza por seguridad por las aceras desiertas. No son más de cuatro o cinco, pero parece cien. Doscientos. Mil.

Los adoquines respetan silenciosos su pesado andar. Botas tachonadas de clavos y chupas de cuero. Aspecto agresivo. La noche es el manto perfecto para ocultarles. Es el momento perfecto en el que pueden quitarse las caretas.

Una bachata resuena a través de las ventanas entreabiertas de un local. Ellos se mira y respiran hondo. Aspiran, mejor dicho.

Ya huelen el miedo.

1 comentario:

S. dijo...

¿Te he contado que me encanta que vuelvas a escribir? Precioso, como siempre.