jueves, 1 de abril de 2010

Ya no esperarás sus palabras

Son palabras que sabe que no te dirá, palabras que has aprendido a no esperar. Ahora luchas por no decirlas, por mantener en tu interior todo aquello que lucha cada segundo que pasas con ella por salir gritando. Es un sentimiento que intentas apagar, aunque sea como un bosque ardiendo en un día de viento.

No. Ya no esperarás esas palabras, ya no las dirás. Sabes que no hay manera de conseguir una respuesta agradable. Creas momentos, es lo que haces. Lo único que se te da bien. Pero ella tiende a romperlos sin darse muy bien cuenta de cómo. Lo cierto es que lo hace. Siempre sabe qué decir y cuándo decirlo para recordarte: eh, que no, que me olvides.

Si sólo pudieras hacerlo...

Ya no esperarás esas palabras que nunca te dirá. Ya no esperarás que te quiera.

sábado, 13 de marzo de 2010

Una noche cualquiera

-¿Vamos?
-Venga, vamos.

Es un plan salido de la nada, de puro aburrimiento. Apenas un instante de decisión para preparar una noche que va a salir bien. Debe salir bien.

Allí donde la ciudad desaparece y se casa con la huerta primordial, aquella por la que pasearon los maestros, está ella. Aparece en pijama, desafía el frío de marzo. Sorprende, como cada día. Es el aire fresco que oxigena una mala jornada. Luego queda esperar a que vuelva vestida. No se le borra, sin embargo, la sonrisa luminosa, el latido de un corazón que te da la vida, el brillo de los ojos más increíbles.

Aparecen las risas y los paseos de noche, los petardos que atruenan en una ciudad que vive ajena a ellos. Historias, leyendas, bromas... narraciones perdidas en un maremágnum de vivencias.

Son tres, y nunca "tres son multitud" ha sido tan incorrecto. Tres patas de una mesa, tres pilares de un vida compartida en tres casas distintas. No necesitan nada más, no necesitan nadie más. La compenetración es total entre ellos. No ha sido fácil, pero lo es.

Luego vuelve el frío tras un viaje rápido en un coche desconocido. La noche es estruendosa y amarilla. Su mirada brilla, la pasión corre por sus venas y se proyecta alrededor de ella como un aura casi tangible. Los pies miran en direcciones distintas, y él la mira a él, y él la mira a ella.

Luego, él se va. Cada uno dormirá en su casa, pero sentirán, pase lo que pase, que están juntos.

jueves, 25 de febrero de 2010

Sientes que tu corazón se te va a salir del pecho, que llega un momento en el que no sabes cómo te puedes librar del peso. Pero lo que tienes que hacer, en muchas ocasiones la única salida que tienes para no volverte loco, es olvidar y dar un paso adelante.

Seguir, sin mirar nunca atrás. Seguir, sin plantearse qué podría haber pasado.

lunes, 15 de febrero de 2010

Pequeña reflexión

Hoy todo me sale mal... pero también me sale bien.

domingo, 14 de febrero de 2010

El avión

El dolor no ha desaparecido. En ocasiones, llega a plantearse que quizá nunca lo haga, que siempre permanecerá ahí, en el fondo de su organismo, tapado por otros sentimientos, pero ahí al fin y al cabo, latente, preparado para atenazarle y paralizarle en el momento más inoportuno.

¿Cómo va a desaparecer, por otra parte, cuando hace menos de un mes que recibió la llamada? ¿Cómo va a desaparecer cuando hace apenas dos semanas que le dijeron dónde estaba ella? Recuerda aquel momento, el de la primera llamada, como si fuera ayer. Sabe que no ha sido así, pero siente que ya nunca podrá olvidarlo. Cayó de rodillas, el teléfono solitario en el suelo del comedor, la ensalada fría enfriándose cada vez más encima de la mesa, olvidada.

Por eso, le sorprende más que nunca lo que ve cuando entra en Internet. A veces lo hace, simplemente para intentar olvidar, para evadirse, como si en la red pudiera encontrar un consuelo que teme no existe. El trayecto es siempre el mismo: un buscador, seis letras, un enter.

Pero algo es diferente ese sábado.

Un titular grande, que de inmediato le recuerda a aquel que le cambió la vida para siempre. El corazón se le encoge, y más cuando lee una cita ente comillas, como si alguien lo hubiera dicho. Pero eso no es lo peor. Lo peor es ver el vídeo que figura a un costado.

Parpadea. Comprueba la cabecera del periódico.

De repente, como si todo en su vida hubiera decidido ponerse boca abajo para simplemente acabar con la monotonía de una manera cruel y sádica, también su percepción sobre ese medio de comunicación en particular cambia. Le vienen a la mente todas las discusiones con ella por ese mismo periódico. Ella lo ataca, él lo defiende.

Le da al play. Ni siquiera se quiere saltar la publicidad. De hecho, le viene bien para respirar hondo y tranquilizarse o, al menos, intentarlo. Cuando el vídeo en sí comienza, siente un nudo en el estómago.

Ve el avión deslizarse sobre la pista, elevarse y caer a los pocos segundos, hasta convertirse en una bola de fuego, humo y muerte. Pero él no se fija en el avión, sino en una ventana. En uno de los cristales redondos de los costados del aparato, donde, quién sabe, podía estar ella, mirando hacia el aeropuerto, quizá pensando en él.

Las imágenes se repiten una y otra vez, mire donde mire, durante los días siguientes. Cada vez, él sólo se puede concentrar en uno de los ojos de buey, al lado del cual ella podía estar sentada.

Cierra los ojos. Las lágrimas no volverán a caer. No lo permitirá.

No volverá a llorar.

lunes, 8 de febrero de 2010

Sale de su casa temprano. Tan temprano que ni siquiera ha amanecido. La luna quiere retirarse a dormir pero el sol no quiere despertarse. En la equilibrada lucha que se establece en ese momento, ninguno de los dos tiene las de ganar. Será una pelea eterna, de esas que duran toda la eternidad, pero la batalla de hoy acabará en sólo unas horas. Él camina lentamente bajo las hostilidades, sus pies resbalando ligeramente sobre la capa de hielo que cubre el suelo.

Se hunde cuando el paseo desaparece y llega a la playa. Sí, la arena está endurecida, pero eso a él no le importa. Al fin y al cabo, solo quiere mojarse los dedos de los pies. No sabe qué le ha hecho salir de la cama después de toda la noche sin poder dormir. Pero ahí está, en medio de la nieve que comienza a caer.

Tiene frío en los dedos, pero al menos eso le recuerda que está vivo. Que siente. Que todo sigue igual.

Pero no se va a lamentar más. Las olas besan sus pies.

Y él toma una decisión.

sábado, 6 de febrero de 2010

Últimos momentos

Estaba sentado en la oscuridad. El humo del cigarrillo que tenía entre los dedos ascendía en volutas caprichosas hacia las lámparas apagadas. La luz que salía de ellas era, aproximadamente, la misma que tenían sus ojos. La había perdido cuando se llevaron a Silvia y Sofía.

Esa misma mañana le había llamado Roberto. "Van a por ti. Esta misma noche". Él se había encogido de hombros. Sabía que ese momento llegaría. Ahora, lo esperaba. En la oscuridad, acariciaba el rifle casi con cariño. El resplandor de las luces de la calle sobre la superficie bruñida le recordaba a Sofía, al color de sus ojos.

Los faros del coche alumbraron el interior del recibidor. Él apuntó con tranquilidad a la puerta.

Segundos más tarde, llamaron. Segundos más tarde, disparaba.

Pronto estaría con ellas.