jueves, 2 de octubre de 2008

Nieve

El coche llevaba circulando por la autopista entre altos abetos desde hacía lo que parecían siglos. A él al menos se lo parecía. Probablemente fuera el entorno en sí, o quizá la compañía.

Ella.

Después de tanto tiempo, por fin habían podido estar juntos. No era un viaje cualquiera, pero ellos no eran unos cualesquiera. Ambos habrían dicho que eran normales, pero eran extraordinarios. Por supuesto, no eran conscientes de eso, precisamente por el hecho de que era la compañía del otro la que los hacía especiales, pero no lo sabían. Aún.

Los kilómetros, o las millas, como decían allí, se reducían rápidamente entre ellos y el parque, devoradas por los neumáticos del coche y por sus propias ansias de llegar cuanto antes. No se podían creer que estuvieran allí. Los árboles, el cielo, el frío, la nieve… a todo lo cubría una pátina gris, como si aquello no fuera más que un sueño.

Sólo el nombre del parque en un cartel alto, perdido entre los árboles, les convenció de que por fin, después de muchos años, habían llegado allí. Y lo habían hecho solos.

Detuvo el coche, o quizá fue el mismo vehículo el que se detuvo en el mirador. Él no recordaba haberlo conducido hasta allí. A lo mejor la tierra había girado sobre sí misma para llevarlos allí. Alguien dijo alguna vez que cuando de verdad quieres algo, el universo entero conspira para que lo consigas. Y no había nada que ellos desearan más.

Por eso, cuando el frío les golpeó cruelmente en los rostros, mientras la nieve crepitaba bajo sus pies, nada les importó. Nada… excepto los ojos del otro, la sensación de sus manos entrelazadas, el calor que sus cuerpos, a apenas unos centímetros, despedían, templando el ambiente.

Y la vista.

Las montañas, perfiladas contra el cielo gris. El lago helado, brillando bajo la nieve. El frío, casi unos zarcillos de energía que les envolvían, aislándoles del mundo exterior.S

e abrazaron y, de repente, el mundo cambió de color. Volvieron los colores: el verde de los árboles perennes, el blanco del lago, el rosa de las flores… pero a él sólo le importaba un color del mundo. El marrón de sus ojos era el color más hermoso que había visto en su vida, o así se lo parecía a él. Se perdió en ellos.

-Estamos aquí.

Fue apenas un susurro, unas palabras musitadas por ella que rompieron la barrera contra la realidad que tantos años de separación había creado entre ellos.

-Sí. Estamos aquí. Juntos.

Y, en ese mismo momento, comenzó a nevar.

Este es, probablemente, el relato del que estoy más orgulloso de los que he escrito últimamente. Además, me trae muy buenos recuerdos ^^

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